viernes, 2 de septiembre de 2016

Historia de una muerte anunciada o El día en que tú nacías (primera parte). (poema).

[1]El día en que tú nacías se apagaba más la luz.

El día en que tú nacías, 
continuaba sudando mis manos 
y me temblaba la voz al hablar, 
me tra… tra… trababa 
y siempre parecía que rapeaba;
El día en que tú nacías, 
seguía soñando 
la escena de violación sexual 
que sufrí hace un par de años 
por parte de un familiar.

El día en que tú nacías, 
mi familia comía tristezas, 
calentaba retazos 
y adornaba las paredes 
con abundante pobreza;
El día en que tú nacías, 
mi mamá seguía llorando 
el abandono cobarde, 
anhelando la vuelta 
de quien nunca existió, 
quien solo sedujo y se esfumó.

El día en que tú nacías, 
acudíamos a misa 
y nos dábamos golpes en el pecho, 
para sacudir nuestra corrupción, 
nuestra perfidia 
y salir sin polvo encima;
El día en que tú nacías, 
Abel se defendía, 
con arma de fuego, 
de los Caínes 
y otras veces mataba 
a inocentes 
para sopesar sus adicciones 
y desilusiones.

El día en que tú nacías, 
seguíamos bajando 
de nuestros cerros 
o llegando en balsa 
desde nuestros bosques, 
intentando ser felices 
entre el cemento 
y la vorágine civilización;
El día en que tú nacías, 
quienes nos quedamos 
en el campo 
a pastar el rebaño 
y cultivar la tierra 
estábamos siempre atrás, 
en el pasado, 
en la tristeza del ayer.

El día en que tú nacías, 
sentíamos más apego 
a nuestros aparatos tecnológicos 
que a nuestra familia, 
los primeros nos educaban, 
divertían e ilusionaban;
El día en que tú nacías, 
nos dimos cuenta, por fin, 
que nos faltaba verdor, 
ya no habían algunas especies, 
las nubes grises 
ya no convocaban lluvias 
más bien condensaban toxinas 
y recuerdos 
de nuestra blasfema humanidad.

Dibujo de Jhon Ricaldi Yauri





[1] Discurso teatralizado en la navidad del 2015 en la capilla de la zona T en Huaycán.

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