Y sigo derramando lágrimas
de ausencia y añoranza,
de deseo y también de vacío.
Sigo clamando a Vallejo
a ver si su tristeza me invade.
No deseo sus penas,
solo su tristeza;
no sus miedos ,
solo sus abandonos;
no sus vacíos,
solo sus extravíos.
solo sus extravíos.
Confirmo que no soy Alegría,
pero compartí el ande como él,
mantuve mi timidez como él,
leí como él;
sin embargo,
jamás tuve a Vallejo
como lo tuvo él.[1]
Y cómo no querer
a alguien misterioso,
callado, como el cielo;
profundo,
como el firmamento;
como no engreírse,
con su diferencia,
su paciencia,
su vida llevada
en penitencia,
en absoluta disidencia.
Pero no pude.
Ciro sí;
él pudo quererlo,
engreírse
y animarse
a ser rebelde,
disidente,
diferente.
Vallejo pudo estar triste,
para no tener penas
Y cómo no querer
a alguien misterioso,
callado, como el cielo;
profundo,
como el firmamento;
como no engreírse,
con su diferencia,
su paciencia,
su vida llevada
en penitencia,
en absoluta disidencia.
Pero no pude.
Ciro sí;
él pudo quererlo,
engreírse
y animarse
a ser rebelde,
disidente,
diferente.
Vallejo pudo estar triste,
para no tener penas
y tuvo alumnos
que lo quisieron.
Yo tengo solo un texto
donde leo de sus penas
y lo quiero,
más que eso
lo extraño.
que lo quisieron.
Yo tengo solo un texto
donde leo de sus penas
y lo quiero,
más que eso
lo extraño.
![]() |
[2] |
[1]
Poema nacido tras la lectura del relato de Ciro Alegría sobre su profesor del primer grado de primaria: César Vallejo. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59501904
[2] Dibujo
donde están Ciro Alegría y su profesor Cesar Vallejo. Fuente originaria del
dibujo: https://es.pinterest.com/pin/251497960415461297/
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