lunes, 12 de enero de 2015

Mi sombrero (memorias).

“De la vida lo que más extraño es mi sombrero, es un enigma no resuelto lo que sucede con los sombreros de la gente muerta. Cuando me maté lo primero que cayó al suelo fue mi sombrero y ya nunca más lo volví a ver.” ―Richard Brautigan[1]

Siempre quise tener un sombrero, desde niño lo que más me llamaba la atención en las demás personas era el tipo de sombrero que llevaban puesto. Si no tenían un sombrero puesto, suponía que eran personas tristes y quizá también pobres.
Mi sombrero, mis vinoculares, mi poncho de jebe y mi fruta
estos elementos infaltables cuando pasto mis ovejas.
Mi libro para seguir aprendiendo respecto a la ciencia y la humanidad.
El libro que aparece es: Ecologismo de los pobres de Joan Martinez Alier.


Mi niñez la viví en un poblado alto andino; así que era común ver a las personas con un sombrero puesto todo el tiempo. Por lo general los sombreros que más me llamaban la atención eras con dibujos en el rededor de su copa. Recuerdo que cierta vez le dije a mi mamá que me compre uno de esos (tenían florecillas y demás cosas que me recordaban al campo), mi mamá me respondió con un rotundo ¡No!, pues ese tipo de sombreros era para mujeres.

El sombrero que más recuerdo es el que llevaba puesto cuando tenía entre 4 a 6 años. Era un sombrero tejido con lana de ovino, de colores blanco, plomo y negro según recuerdo, el ala del sombrero estaba moldeada y sujetaba por un alambre grueso, de esos antiguos cuya pulgadas no recuerdo pero que se usan en los cercos ganaderos, el grosor es similar al del orificio de los tomacorrientes (la parte circular). Era un sombrero que me parecía un peluche por su tejido hecho con lana. Recuerdo pocas veces haberlo llevado puesto, siempre renegaba porque mi cabeza ya no entraba en el, sin embargo no podía perderlo de vista y exigía que mi mamá agrandara el hueco del sombrero para poder seguir usándolo.

También admiré los sombreros que veía en las películas western[2]. Desde luego esos tipos de sombreros eran común verlos en el pueblo ya que se dedicaban a la ganadería. A veces caminaba con mi gorro de lana por las calles y ceñía la parte de delante al ras de mis ojos, simulando ser un pistolero. Cuando veía algún peligro o quería simular retar a alguien, a un duelo de pistolas, subía el límite de mi gorro desde el ras de mis ojos hasta mi frente (simulando el levantar de un sombrero para ver mejor al oponente).

Mientras viví en la sierra tenía una idea de cada persona de acuerdo al color de sombrero que usaba. Los sombreros negros eran de aquellos que trabajaban con vacas y/o caballos, gente de economía media, que eran violentos con sus esposas e hijos (en general casi toda la población resolvía los problemas a punta de fuetazo limpio). Los que llevaban sombreros marrones o de copa corta eran personas de edad avanzada, lucían ternos relucientes los varones y ropas oscuras las mujeres, personas que me causaban respeto y ganas de abrazar a cada rato como si haciéndolo pudiera entenderlos más que hablando, sin querer entendía lo que significaba un apapacho[3]. Los que llevaban sombrero blanco, eran personas de cargos altos en la empresa ganadera (el poblado donde vivía era propiedad de la empresa ganadera), sin duda era o el gerente o el administrador y más valía saludarlos porque de ello a veces dependía el trato que le darían a nuestros padres, tenías que ir corriendo a saludarlos y siempre con una sonrisa que demostraba tu alegría por haber tenido la dicha de verlos, en el caso de las mujeres el sombrero blanco era símbolo de una señora de más de cuarenta años, tenía la copa alta y una cinta negra que la adornaba (eran sombreros de estilo Huancayo o junino creo). El sombrero verde era símbolo de mi abuelo, un hombre tosco con todos y demasiado consentidor con sus nietos.

La vez que mayor dicha tuve respecto a mi fascinación con los sombreros fue el 2012 cuando estaba caminando por los pasillos Sanmarquinos y vi a la delegación cajamarquina[4] reunida en mi facultad exponiendo sus argumentos para concientizar a los estudiantes sobre la defensa de sus lagunas frente a la empresa minera Yanacocha. Ese día además de cantar sus coplas y caminar junto ellos, me quedé mirando sus sombreros, quería decirle a alguno de ellos: -Te cambio tu sombrero por mi libro “Teología de la liberación”-, solo atiné a decir respecto a ese tema: -¿Cuánto cuestan esos sombreros?, quiero uno de esos-. Mientras tanto hoy el único sombrero que uso es uno viejo cuya ala parece las sombrillas que se llevan a la playa, no es mío es de mi papá.
Mi padre con su sombrero en un paraje místico.
Estoy seguro que, al igual que me teñí el pelo de verde limón o las dos ocasiones donde me hice un corte estilo mohicano, en algún momento me compraré un sombrero y lo llevaré a donde sea y me importará poco si está de moda o me ven como alguien desfasado, lo llevaré puesto como mis relojes que los llevo para ver la hora y solo cuando me baño me los quito. 

Nota: Hoy soñé con mis amigos del grupo que llamamos jupa y estábamos en la avenida principal de Huaycán, me acompañaban mientras yo compraba ropa y muchos, muchos sombreros.



[1] Richard Gary Brautigan (Tacoma, Washington, Estados Unidos, 30 de enero de 1935 - Bolinas, California, 14 de septiembre de 1984) novelista, poeta y cuentista, perteneciente a la Generación Beat. Su obra más conocida en la novela La pesca de la trucha en América (1967).
[2] Las películas del género “Western” son aquellas ambientadas en “el viejo oeste” Estado unidense, cuya trama por lo general gira en torno a la vida rural de sus pobladores y la colonización del lugar.
[3] Del vocablo Naualth “Apapachar”, abrazar con el alma.

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