Nacimos
junto al corral,
Al lado de
un hermoso matorral;
Crecimos entre
nieve y cabras,
Tú comías
cocido y yo tus sobras,
El progreso
llamó en tu mocedad,
Me refugié en la efímera soledad.
Ahora, vienes
por temporadas,
quizá meses,
o en vacaciones obligadas;
me
acostumbro a tu presencia,
despierto al
día siguiente,
ya de nuevo, otra vez, tu ausencia.
Mis ladridos
y gimoteos
Son nada
cuando llega tu partida;
me acaricias
la piel
me das un
poco de comida,
y te pierdes
rumbo al este.
No se donde
queda ese tu destino,
sólo atino a
mirar al horizonte
viendo como
te alejas tras el cerro,
para luego
en un carro
desaparecer tras el nevado.
No sé cuánto
dure, esta vez, tu llegada,
Tampoco sé
si estaba planeada;
Te pido me
des afecto y compañía,
Déjame eternizar
esta armonía;
Quizá la
siguiente vez,
Me encuentres
envenenado
o ya
enterrado.
Aún así te
ayudaré,
Aún ahora y
después te alabaré;
Iré contigo,
de hambre o enfermo,
Acudiré a tu
llamado, aún si ahora duermo;
No me
considero un servidor,
Me considero
escudero y tú mi mentor.