jueves, 21 de agosto de 2014

Los sonidos del silencio (memorias).

♫And in the naked light I saw; Ten thousand people, maybe more.
People talking without speaking; People hearing without listening.
People writing songs that voices never share; And no one dare, disturb the sound of silence.♫[1]

Tú en una de las jornadas que tuvimos
 con nuestro grupo en la catequesis.
Cuando estamos callados comunicamos más que cuando hablamos. Cada vez que veamos en silencio a una persona preocupémonos, quizá esté en una crisis o a punto de tomar una decisión de gran envergadura. Cuando el silencio es quién se comunica escuchemos detenidamente, pues su lenguaje es sincero y complejo por decir demasiadas cosas a la vez, vez tras vez.

El día que recibimos el sacramento de la confirmación
Estamos en la parte inferior junto a Nelson,
con las velas dibujamos una H,
simbolizando la zona donde vivimos.
Fue el silencio quien me animó, la soledad quien me condicionó y el afecto a mis amigos mi inspiración. Cuando escribí la primera carta con un mensaje y algo de sátira en el, me encontraba en la puna pastando mis ovejas, era un primero de febrero del 2009 (cumplías 17 años ese día). Te escribí deseándote felicidades por tu cumpleaños. Tú y nuestros compañeros de la catequesis (nos conocimos en el grupo de catequesis para el sacramento de la confirmación) eran por aquel entonces mis mejores amigos, mis camaradas y cómplices en aventuras y desventuras. Eras la primera de nosotros en cumplir años. Te escribí, una sonrisa tímida (como la tuya) asomaba mi rostro, aunque estaba a kilómetros de distancia y no había línea telefónica ni de internet para comunicarnos, sentía que haberte escrito me permitía tener tu recuerdo fresco en mis vacaciones pastoriles.
Todos demostrando alegría por montón
y la satisfacción de sentirse entre amigos
...Subí a la antigua capilla, era las 7 de la noche, no había alumbrado público potente cercano al lugar. Al terminar de subir los escalones de piedra estaba ella, con su ropa de educación física, sentada jugando con sus manos, riéndose para si, al verme levantó la cabeza –hola (me dijo)-, nervioso y un poco asustado por el saludo respondí tímidamente –hola, ¿Qué haces aquí?-. Me miró, con esa misma sonrisa tímida y me pidió que me sentara a su lado. Tenía una voz que pareciera que si hablar fuese todo un logro, su voz era delgada y hasta cuando gritaba parecía que te susurraba al oído. Aún no salía de mi asombro, la chica tímida, la de mirada tierna, de 15 años, tés clara, cabello lacio y modales de una princesa de las películas de Disney me conversaba. Sí ella me conversaba y hacía una serie de preguntas; yo solo había ido a ese lugar con la intención de saber por qué nuestra catequista había reunido a nuestros padres, ella estaba esperando a un chico. Se me hacía tarde, a las 8 vería “La gran sangre”[2] y la conversación parecía una melodía instrumental que te inundaba de paz y curiosidad a la vez o una balada noventera, pudiendo imaginar el olor de las rosas y el calor de un abrazo. Ella me hacía preguntas y yo no dejaba de hablar, mientras ella raras veces comentaba algo, por lo general me respondía con una sonrisa o un gesto alegre como si todo lo que le dijera le causara gracia. 

De cuando en cuando miraba lo hora en mi reloj para despedirme 5 minutos antes de que comenzara mi serie de acción preferida, en ella el "dragón" estaba a punto de ser asesinado por la gente del "conde". Faltaba aún media hora y yo ya no sabía que ocurrencia más hacer para seguir captando la atención y las sonrisas de aquella chica que hasta ese día me pareció demasiado correcta y formal, ahora me parecía una niña que jugaba a ser grande pero no podía contra su falta de malicia e inocencia primaveral. Comenzamos a hablar de su último año en colegio y que haría después, de repente al comenzar a abordar ese tema agachó la cabeza y su mirada se oscureció, también sus manos blancas se oscurecieron, se escondieron como si tuviesen miedo y comenzó a hablar más pausado y bajo de lo habitual. Me respondió que aún estaba pensando que estudiar pero sus papás ya le habían sugerido cosas, traté de cerrar el tema con otro chascarro. Luego, me preguntó si alguien me gustaba, no supe qué contestar, quise esquivar la pregunta pero no pude escapar ante su mirada -nadie (respondí)- por dentro quería gritar que me gustaba una chica completamente opuesta a ella: alocada, rebelde, hasta podría decir que nociva para mi salud, tenía ganas de coger su mano y reprocharle -¡porque no te conocí antes!- me hubiese ilusionado con ella sin importarme si llegase a ser mi enamorada o no, de seguro no estaría tan angustiado por las locuras de la otra chica como ahora lo estoy. ella emanaba paz, estabilidad, cordura. Un escalofrío recorrió por mi cuerpo desde mi espalda, era ella que me había sujetado del hombro preguntándome si me encontraba bien (su cara parecía de una niña asustada cuando pierde de vista a su mamá). Así pasaron los minutos y la despedida parecía más lejana que la muerte misma…


Reencuentro de nuestro grupo en el 2011
Estás en la parte inferior izquierda y yo trato de meter mi cabeza
para salir en la foto al lado derecho.
Estos dos párrafos anteriores, son el recuerdo de la primera vez que conversamos y en adelante nos hicimos amigos. Ahora después de 7 años eres egresada de ingeniería industrial, yo el eterno sujeto que roba sonrisas.





[1] Letra de la canción “Sound of silence” (1964) de: Paul Simon y Arth Garfunkel del Álbum Wednesday morning 3 a.m.
[2] Serie de acción peruana, producida por Capitán Pérez producciones, guión de Aldo Miyashiro y Josué Mendez, protagonistas: Carlos Alcántara (Dragón), Pietro Sibille (Mandril) y Aldo Miyashiro (Tony).




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