¿Cómo llegué aquí?
Necesitaba exiliarme. Tener calma y reposar mis recuerdos. Nada de eso pasó. En vez de sentir templanza, mi espíritu se sobresalta con cada susurro del viento.
Recuerdo mis caminatas desde el museo Larco hasta la Universidad San Marcos. Me recuerdo caminando en setiembre, en la primavera del 2009. Mis planes para tumbar el sistema vivían, nuevamente descubía esperanza en mis pasos. -La gente de la "h", son 23 creo, tienen que formar un grupo- pensaba. Recuerdo mis interminables cuestionamientos sobre cómo debería ser esa manada asesina del sistema.
Recuerdo el 2 de mayo del 2011, un año después de haber acompañado a ese grupo que antes era sólo una intención. Me descubro derrotado, como los españoles en el puerto del callao. La manada nunca intentó, siquiera, reflexionar sobre el oprobioso sistema. La manada, desde que nació, me abrazó, se volvió hacia mí (en contra de mí) y curó mis carencias fraternas. Nunca lucharon, sólo amaron. Nunca denunciaron, sólo amaron. Nunca fueron por el sendero que quise recorrer junto a ellos; más bien me abrazaron y caminamos en círculos, cómo mito, como eterno retorno.
Me recuerdo agónico, no por mí sino por mi gente. Me recuerdo entumecido en julio del 2016. Vuelvo a sentir el mismo temblor en el alma, estoy diezmado. Y mi grupo yace inerte, quizá dormido, quizá extraviado. Desespero, pero no soy quien puede ayudar. Entiendo que ya no puedo seguir pués el barco necesita aligerar el peso para continuar, o quizá reiniciar, la travesía. Estoy desalmado pero aún me abriga la esperanza, la buena nueba, la fraternidad. Sé que tengo que marchar para calmar mis vacíos y aunque resignado, voy confiado pues Dios me abriga con las voces y la fe de mi manada.
Me recuerdo en este mismo lugar, desde hace un año y medio, llamando, escribiendo y saludando siempre sus mañanas, sus tardes y despidiendo sus noches, de todas, de todos, de nosotros dispersos... pero aún eternos, aún fraternos, aún jupa.
A todas, a todos y también a los años por venir.
Estar aquí me ha devuelto los sueños libertarios, y anárquicos; pero sobre todo, los recuerdos de la violencia de la fraternidad.
A los 8 años de ser jupa.
Atentamente: Alguien que vive en la puna, en los predios sedidos al proyecto minero don samuel.
Necesitaba exiliarme. Tener calma y reposar mis recuerdos. Nada de eso pasó. En vez de sentir templanza, mi espíritu se sobresalta con cada susurro del viento.
Recuerdo mis caminatas desde el museo Larco hasta la Universidad San Marcos. Me recuerdo caminando en setiembre, en la primavera del 2009. Mis planes para tumbar el sistema vivían, nuevamente descubía esperanza en mis pasos. -La gente de la "h", son 23 creo, tienen que formar un grupo- pensaba. Recuerdo mis interminables cuestionamientos sobre cómo debería ser esa manada asesina del sistema.
Recuerdo el 2 de mayo del 2011, un año después de haber acompañado a ese grupo que antes era sólo una intención. Me descubro derrotado, como los españoles en el puerto del callao. La manada nunca intentó, siquiera, reflexionar sobre el oprobioso sistema. La manada, desde que nació, me abrazó, se volvió hacia mí (en contra de mí) y curó mis carencias fraternas. Nunca lucharon, sólo amaron. Nunca denunciaron, sólo amaron. Nunca fueron por el sendero que quise recorrer junto a ellos; más bien me abrazaron y caminamos en círculos, cómo mito, como eterno retorno.
Me recuerdo agónico, no por mí sino por mi gente. Me recuerdo entumecido en julio del 2016. Vuelvo a sentir el mismo temblor en el alma, estoy diezmado. Y mi grupo yace inerte, quizá dormido, quizá extraviado. Desespero, pero no soy quien puede ayudar. Entiendo que ya no puedo seguir pués el barco necesita aligerar el peso para continuar, o quizá reiniciar, la travesía. Estoy desalmado pero aún me abriga la esperanza, la buena nueba, la fraternidad. Sé que tengo que marchar para calmar mis vacíos y aunque resignado, voy confiado pues Dios me abriga con las voces y la fe de mi manada.
Me recuerdo en este mismo lugar, desde hace un año y medio, llamando, escribiendo y saludando siempre sus mañanas, sus tardes y despidiendo sus noches, de todas, de todos, de nosotros dispersos... pero aún eternos, aún fraternos, aún jupa.
A todas, a todos y también a los años por venir.
Estar aquí me ha devuelto los sueños libertarios, y anárquicos; pero sobre todo, los recuerdos de la violencia de la fraternidad.
A los 8 años de ser jupa.
Atentamente: Alguien que vive en la puna, en los predios sedidos al proyecto minero don samuel.
Jupa no es un grupo ni un lugar; es un sentimiento, somos nosotros y nuestros recuerdos y nuestros reencuentros.
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