Y que haces tú
iluso y balbuciente.
Que haces por las mañanas
si aún quemas el pan,
si aún te duermes vestido.
Que haces por el día
si continuas comiendo papilla
caminas cuando todos corren
tropiezas siempre
a la misma hora
en el mismo lugar
y adoleces igual que ayer
igual que antes
igual siempre.
Y que se merece ella,
ella, sueño insano
delirio ponzoñoso.
Ella, a quién un suspiro no le basta,
desleal siempre
discordia, eterna y altiva.
Que merece la esclava
del tiempo lineal,
de la moda ilusoria,
del cantar vacío.
Canto enfermo
virulento y hediondo,
canto que evoca
al cuerpo como trofeo,
que consume
que despoja del alma
que vuelve bultos
que atesora individualismo,
egoísmo primario.
Coqueteo del yo con el capital,
traqueteo carnal
que no le importa un después,
que no le importa un tal vez.
Dime que haces tú que la lloras
mientras otro la absorbe,
la consume y desecha.
Qué haces clamando atención,
para que se congracien
te piensen bueno,
inocente
verdadero elegido.
De que sirven tus gimoteos.
tus versos astillados
y llantos baldeados.
Ella sigue esclava,
sigue dependiente,
sigue oprimida,
continúa triste.
De que vale
tu treta libertaria
si con toda y tu generosidad,
crees pensar por ella,
combatir por ella,
escoger por ella
escogerte para ella.
La sacarás de su encierro,
la independizarás de la dictadura;
la llevarás a un edén
providencial
compasivo
contemplativo,
donde tú reinarás.
De que vale tu rebeldía
si crees que tus actos son por ella,
pero sin ella.
No eres libre tampoco,
eres igual a su verdugo,
solo que más comprensivo,
igual de subordinante
solo que dialogante,
igual de absorbente
solo que galante.
No la llores,
no la extrañes,
no la rescates,
no la pienses.
Déjala creer,
déjala amar,
déjala liberarse,
déjala pensarse
y existir.
Ella obrará por ella y para ella,
si le va mal llorará
maldecirá
pero prevendrá
a sus generaciones profetizará
avisará
que no es bueno
depender
sucumbir
desesperanzar.
iluso y balbuciente.
Que haces por las mañanas
si aún quemas el pan,
si aún te duermes vestido.
Que haces por el día
si continuas comiendo papilla
caminas cuando todos corren
tropiezas siempre
a la misma hora
en el mismo lugar
y adoleces igual que ayer
igual que antes
igual siempre.
Y que se merece ella,
ella, sueño insano
delirio ponzoñoso.
Ella, a quién un suspiro no le basta,
desleal siempre
discordia, eterna y altiva.
Que merece la esclava
del tiempo lineal,
de la moda ilusoria,
del cantar vacío.
Canto enfermo
virulento y hediondo,
canto que evoca
al cuerpo como trofeo,
que consume
que despoja del alma
que vuelve bultos
que atesora individualismo,
egoísmo primario.
Coqueteo del yo con el capital,
traqueteo carnal
que no le importa un después,
que no le importa un tal vez.
Dime que haces tú que la lloras
mientras otro la absorbe,
la consume y desecha.
Qué haces clamando atención,
para que se congracien
te piensen bueno,
inocente
verdadero elegido.
De que sirven tus gimoteos.
tus versos astillados
y llantos baldeados.
Ella sigue esclava,
sigue dependiente,
sigue oprimida,
continúa triste.
De que vale
tu treta libertaria
si con toda y tu generosidad,
crees pensar por ella,
combatir por ella,
escoger por ella
escogerte para ella.
La sacarás de su encierro,
la independizarás de la dictadura;
la llevarás a un edén
providencial
compasivo
contemplativo,
donde tú reinarás.
De que vale tu rebeldía
si crees que tus actos son por ella,
pero sin ella.
No eres libre tampoco,
eres igual a su verdugo,
solo que más comprensivo,
igual de subordinante
solo que dialogante,
igual de absorbente
solo que galante.
No la llores,
no la extrañes,
no la rescates,
no la pienses.
Déjala creer,
déjala amar,
déjala liberarse,
déjala pensarse
y existir.
Ella obrará por ella y para ella,
si le va mal llorará
maldecirá
pero prevendrá
a sus generaciones profetizará
avisará
que no es bueno
depender
sucumbir
desesperanzar.
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