sábado, 28 de mayo de 2016

Saludos de Oswaldo, profe (carta).

"Yo tenía dieciséis años... en el corazón,
pero no tenía ni un solo lugar dónde colocar
el sentimiento de mi inocencia".[1]Oswaldo Reynoso Díaz.

Querido profesor: le escribo desde la opaca Lima, el ambiente que me rodea tiene un mantra de tristeza mezclada con resignación y ansiedad de drogas (para sedar el alma). Mi familia y amigos de la universidad no pueden ocultar la rabia e impotencia que les produce imaginar, cada vez más cercana, la victoria fujimorista y con ella (espero de corazón estar equivocado) la captura del gobierno por gente lumpen, con ansias de llenarse la barriga y vaciar sus cerebros para estar más ligeros a la hora de sentir culpabilidad. Le escribo imaginando que la selva central ya lo ha adoptado como un apu tutelar.
Fotografía copiada de la página de facebook
La casa de los panduro.
Le escribo para hacerle llegar el saludo de Oswaldo[2], ha muerto, un maestro que fue el faro de muchos escritores más jóvenes que él[3]. Él fue amable con todo aquel que se le acercaba, cuentan quienes lo trataron con regularidad. Yo supe de él por usted, recuerdo haber visto una foto donde usted sale al lado de él, en una red social, y en la descripción detallaba la admiración que le causaba estar al lado de Reynoso, yo no entendía por qué la única fotografía suya junto a un escritor era con él, ¿quién era él?. – Es Reynoso webón – me diría, el 2010, un compañero de la universidad después que le preguntase porqué mi profesor (a quien le debía mi pasión por la lectura) tenía una foto con ese “viejo canoso”. – Es cantuteño, es uno de los mejores escritores, algún día chelearé con él, ¡cómo no lo vas a conocer, te falta chibolo! – proseguiría mi compañero.

En el 2015, el mismo compañero que se había ofendido porque yo no conocía a Oswaldo Reynoso me comentó que había conocido y “cheleado” con el escritor. Me comentaba, mientras caminábamos desde Plaza Bolognesi hacia el Centro cultural España, que se había desencantado de Reynoso – Es un pata que le gusta que los chibolos lo adulen y hablen de su obra, le gusta que todos lo escuchen y luego aplaudan mientras bebe – me decía. Para entonces ya había leído parte de su obra y sabía que no era tan popular en los medios como Vargas Llosa, por ejemplo, por la temática de su obra, la técnica fresca y mordaz que le imprimía a sus relatos y su capacidad para insertar el lenguaje popular en ella[4]. Un escritor que es: homosexual, que consideraba a Abimael Guzmán como un humanista, marxista o “rojazo” como lo llamaban, nunca sería portada recurrente de ningún periódico[5]. Pero se había insertado, no sé cómo, en los textos de colegio, por eso los chibolos lo amaban[6]. En defensa de Reynoso argüí que mi compañero tuvo esa percepción debido a que él también quería ser alabado y que buscaba en Reynoso a alguien que lo felicite (aún sin conocerlo) por lo que sea – Un escritor arto de la crítica literaria y hastiado del mundo intelectual, tan correctito, buscaba en los jóvenes un espíritu libertario que en los adultos ya se había prostituido, pero le dolía y ofendía la falsa inteligencia, esa que se puede ver en quienes presumen saber cosas que solo conocen de nombre; tú estuviste con esos chibolos al lado, que alababan a Reynoso sin haberlo leído, lo alababan porque les habían dicho que era rojo y que le gustaba chelear, tú fuiste uno más y no hiciste nada para sorprenderlo o que le interese siquiera tu presencia en esa mesa de “El monarca” – le dije. – Tienes razón, pero igual, es cabro, no pasa nada – me replicó torpemente sabiendo que para vengarse por haber pasado desapercibido por Reynoso tenía que atacarlo, desprestigiarlo, deslegitimarlo. – Al menos a él lo leen y le portan chelas, a ti ni tu perro te menea la cola, ¡imberbe!–. – ¡Que ´cha tienes mela!, ¡no seas tosco papi! – reímos después de escuchar la típica respuesta que se entendía como “cambiemos de tema”.  Seguimos caminando mientras pensaba si en verdad lo había conocido o sólo estaba inventado, total era habitual entre nosotros inventar historias para motivar una discusión y sólo después de días confesar si la historia era verídica y qué tanto lo era, nunca más le pregunté del tema, lo único cierto era su aversión a los “cabros” (al menos cuando estaba sobrio) y que odiaba a cualquiera que recibiera más halagos o chelas que él.
Arreglos florales y el féretro en el centro.
Casa de la literatura peruana.
Le cuento, el miércoles pasado fui a ver a Reynoso, por fin lo conocería y lo mejor de todo sería que no me sentiría intimidado, estaría descansando a la espera de quienes quisieran despedirse. Llegué a las dos de la tarde, pasé rápido la puerta de la entrada del lugar donde se encontraría Reynoso, logré escuchar a los vigilantes que me decían – está en el sótano a la derecha, auditorio – agradecí levantando la mano sin detenerme. Llegué al auditorio, había una fila de diez personas antes de mí esperando verlo también. De pronto mientras se acercaba mi turno comencé a temblar, ¿Qué haría al tenerlo en frente? ¿Y si me tropiezo o rompo algún cuadro o le piso el pie a alguien? Era la segunda vez que estaba en un velorio, esta vez había asistido sólo así que nadie me guiaría. Una vaina no ver bien, me dije. Es sólo subir hasta donde está el cajón, respiras, lo contemplas, te despides y ya, me decía. Cuando me tocó el turno de subir a verlo demoré, di media vuelta y me puse a recorrer todo el auditorio viendo los arreglos florales que había dejado diferentes delegaciones y familias que lo conocían, tomé un par de fotos y seguí paseando por el salón donde habían personas sentadas contando varias anécdotas relacionadas al difunto. Después de cinco minutos de recorrer el salón por fin me animé a subir al estrado y verlo. Al verlo dentro del cajón pude observar que su rostro expresaba calma, quizá haya suspirado antes de partir, vi que su rostro estaba tranquilo, no parecía alterado ni tenía desesperanza, esa desesperanza que tienen los muertos de hoy en día. Lo vi, oré por él y me sentí mal, porque él había sido ateo y no sé si una oración era un cumplido o una ofensa. Mientras oraba pensé en usted profesor, pensé en la tristeza que produce la muerte de un maestro, de un guía. Pensé que hubiese sido agradable para usted haber recibido esta carta; pero en vez de relatar cómo llegué al velorio de Reynoso le hubiese narrado mi encuentro con él en algún evento literario o de cómo le entregué mis escritos y las recomendaciones que él me habría dado. Sin darme cuenta me descubrí con los ojos serrados y tras de mí a una fila incómoda por mi demora. – Víctor, Reynoso te manda saludos, le dices – escuché en mi mente.
Oswaldo Reynoso Díaz.
Descansa en paz.
Me despido deseando que las bodas de oro del colegio que ahora dirige sean memorables, no creo que lo visite pronto, mi piel es alérgica y ante el calor o los mosquitos se vuelve roja y emanan pústulas por montón, se vuelve tan roja que parezco Hellboy, pero no es tan roja como lo fue Reynoso. Sin embargo Lima me produce cada vez menos afecto y cito al maestro para terminar: “Porque en todo Lima está la tentación que te devora: billares, cine, carreras, cantinas. Y el dinero. Sobre todo el dinero, que hay que conseguirlo como sea.”[7] Por eso sé que usted está a gusto allí y yo me siento bien cada vez que arribo a la puna.

Con afecto su ex alumno Christian.








[1] Los inocentes, libro de cuentos 1961, empieza con este epígrafe de Jean Genet, conocido marica lumpen de su época.
[2] Oswaldo Reynoso Díaz (Arequipa, 10 de abril de 1931 - Lima, 24 de mayo de 2016) escritor y referente de las generaciones que le sucedieron http://larepublica.pe/impresa/ocio-y-cultura/770348-el-maestro-inconforme-ha-partido .
Entre sus obras están:
-         Luzbel (1955), poesía.
-         Los inocentes o Lima en Rock (1961) http://elpais.com/diario/2006/05/06/babelia/1146872355_850215.html , cuentos.
-         En octubre no hay milagros (1965), novela.  
-         El escarabajo y el hombre (1970), relato breve.
-         En busca de Aladino (1993).
-         Los eunucos inmortales (1995), novela.
-         El goce de la piel (2005). Las tres estaciones (2006).
-         En busca de la sonrisa encontrada (2012).
-         Arequipa lámpara incandescente (2014).
[3] El escritor y crítico literario José Carlos Yrigoyen habla al respecto: http://peru21.pe/cultura/columna-vertebral-oswaldo-reynoso-nosotros-2247683.
Rocío Silva Santisteban analiza la concepción de lo masculino en la obra de Reynoso https://kolumnaokupa.lamula.pe/2016/05/25/los-chicos-se-hacen-hombres/rociosilva/
[7] Los inocentes, libro de cuentos, 1961.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Libre seas (poema).

Y que haces tú
iluso y balbuciente.
Que haces por las mañanas
si aún quemas el pan,
si aún te duermes vestido.
Que haces por el día
si continuas comiendo papilla
caminas cuando todos corren
tropiezas siempre
a la misma hora
en el mismo lugar
y adoleces igual que ayer
igual que antes
igual siempre.

Y que se merece ella,
ella, sueño insano
delirio ponzoñoso.
Ella, a quién un suspiro no le basta,
desleal siempre
discordia, eterna y altiva.
Que merece la esclava
del tiempo lineal,
de la moda ilusoria,
del cantar vacío.
Canto enfermo
virulento y hediondo,
canto que evoca
al cuerpo como trofeo,
que consume
que despoja del alma
que vuelve bultos
que atesora individualismo,
egoísmo primario.
Coqueteo del yo con el capital,
traqueteo carnal
que no le importa un después,
que no le importa un tal vez.

Dime que haces tú que la lloras
mientras otro la absorbe,
la consume y desecha.
Qué haces clamando atención,
para que se congracien
te piensen bueno,
inocente
verdadero elegido.
De que sirven tus gimoteos.
tus versos astillados
y llantos baldeados.
Ella sigue esclava,
sigue dependiente,
sigue oprimida,
continúa triste.

De que vale
tu treta libertaria
si con toda y tu generosidad,
crees pensar por ella,
combatir por ella,
escoger por ella
escogerte para ella.
La sacarás de su encierro,
la independizarás de la dictadura;
la llevarás a un edén
providencial
compasivo
contemplativo,
donde tú reinarás.
De que vale tu rebeldía
si crees que tus actos son por ella,
pero sin ella.
No eres libre tampoco,
eres igual a su verdugo,
solo que más comprensivo,
igual de subordinante
solo que dialogante,
igual de absorbente
solo que galante.

No la llores,
no la extrañes,
no la rescates,
no la pienses.

Déjala creer,
déjala amar,
déjala liberarse,
déjala pensarse
y existir.

Ella obrará por ella y para ella,
si le va mal llorará
maldecirá
pero prevendrá
a sus generaciones profetizará
avisará
que no es bueno
depender
sucumbir
desesperanzar.


Robin Wrigth interpretando a Jenny en la película Forrest Gump (1994).
En la escena: Jenny está cantando en un "club nocturno" la canción "Blowing in the wind"
de Bob Dylan; canta bajo el seudónimo de Bobbye Dylan.


sábado, 7 de mayo de 2016

De regreso (poema).

No es cierto que he muerto,
sólo estoy perdido.
Deambulo
buscando mis pisadas,
aquellas huellas
que notifiquen mi historia.

No recuerdo si fue ayer,
pero fue cuando vivía
hastiado del cemento.
Fue cuando comencé 
a perderme,
caminando por mis rendijas oscuras
por los charcos que brotaron de mis ojos.

Te sigo rezando,
las velas aún alumbran tu altar.
Por eso he decidido retroceder,
volver al barullo y la neblina citadina.
He decidido regresar,
vivir cerca y estar allí,
se que algún día vendrás,
quizá por un terrón de azúcar
o para que vigile tu casa mientras sales
... o quizá para darme la oportunidad
de abrigarte y mecerte, para que duermas
y estés en paz

No es cierto que he muerto,
estaba perdido
y me he encontrado.