"Yo
tenía dieciséis años... en el corazón,
pero
no tenía ni un solo lugar dónde colocar
Querido profesor: le escribo desde la opaca Lima, el
ambiente que me rodea tiene un mantra de tristeza mezclada con resignación y
ansiedad de drogas (para sedar el alma). Mi familia y amigos de la universidad
no pueden ocultar la rabia e impotencia que les produce imaginar, cada vez más
cercana, la victoria fujimorista y con ella (espero de corazón estar
equivocado) la captura del gobierno por gente lumpen, con ansias de llenarse la
barriga y vaciar sus cerebros para estar más ligeros a la hora de sentir
culpabilidad. Le escribo imaginando que la selva central ya lo ha adoptado como
un apu tutelar.
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Fotografía copiada de la página de facebook La casa de los panduro. |
Le escribo para hacerle llegar el saludo de Oswaldo[2], ha
muerto, un maestro que fue el faro de muchos escritores más jóvenes que él[3]. Él
fue amable con todo aquel que se le acercaba, cuentan quienes lo trataron con regularidad.
Yo supe de él por usted, recuerdo haber visto una foto donde usted sale al lado
de él, en una red social, y en la descripción detallaba la admiración que le
causaba estar al lado de Reynoso, yo no entendía por qué la única fotografía
suya junto a un escritor era con él, ¿quién era él?. – Es Reynoso webón – me diría,
el 2010, un compañero de la universidad después que le preguntase porqué mi
profesor (a quien le debía mi pasión por la lectura) tenía una foto con ese “viejo
canoso”. – Es cantuteño, es uno de los mejores escritores, algún día chelearé
con él, ¡cómo no lo vas a conocer, te falta chibolo! – proseguiría mi
compañero.
En el 2015, el mismo compañero que se había ofendido
porque yo no conocía a Oswaldo Reynoso me comentó que había conocido y “cheleado”
con el escritor. Me comentaba, mientras caminábamos desde Plaza Bolognesi hacia
el Centro cultural España, que se había desencantado de Reynoso – Es un pata que
le gusta que los chibolos lo adulen y hablen de su obra, le gusta que todos lo
escuchen y luego aplaudan mientras bebe – me decía. Para entonces ya había leído
parte de su obra y sabía que no era tan popular en los medios como Vargas
Llosa, por ejemplo, por la temática de su obra, la técnica fresca y mordaz que
le imprimía a sus relatos y su capacidad para insertar el lenguaje popular en
ella[4].
Un escritor que es: homosexual, que consideraba a Abimael Guzmán como un
humanista, marxista o “rojazo” como lo llamaban, nunca sería portada recurrente
de ningún periódico[5].
Pero se había insertado, no sé cómo, en los textos de colegio, por eso los
chibolos lo amaban[6].
En defensa de Reynoso argüí que mi compañero tuvo esa percepción debido a
que él también quería ser alabado y que buscaba en Reynoso a alguien que lo
felicite (aún sin conocerlo) por lo que sea – Un escritor arto de la crítica
literaria y hastiado del mundo intelectual, tan correctito, buscaba en los
jóvenes un espíritu libertario que en los adultos ya se había prostituido, pero
le dolía y ofendía la falsa inteligencia, esa que se puede ver en quienes
presumen saber cosas que solo conocen de nombre; tú estuviste con esos chibolos
al lado, que alababan a Reynoso sin haberlo leído, lo alababan porque les
habían dicho que era rojo y que le gustaba chelear, tú fuiste uno más y no hiciste
nada para sorprenderlo o que le interese siquiera tu presencia en esa mesa de “El
monarca” – le dije. – Tienes razón, pero igual, es cabro, no pasa nada – me replicó
torpemente sabiendo que para vengarse por haber pasado desapercibido por
Reynoso tenía que atacarlo, desprestigiarlo, deslegitimarlo. – Al menos a él lo
leen y le portan chelas, a ti ni tu perro te menea la cola, ¡imberbe!–. – ¡Que ´cha
tienes mela!, ¡no seas tosco papi! – reímos después de escuchar la típica
respuesta que se entendía como “cambiemos de tema”. Seguimos caminando mientras pensaba si en
verdad lo había conocido o sólo estaba inventado, total era habitual entre nosotros
inventar historias para motivar una discusión y sólo después de días confesar
si la historia era verídica y qué tanto lo era, nunca más le pregunté del tema,
lo único cierto era su aversión a los “cabros” (al menos cuando estaba sobrio)
y que odiaba a cualquiera que recibiera más halagos o chelas que él.
Arreglos florales y el féretro en el centro. Casa de la literatura peruana. |
Le cuento, el miércoles pasado fui a ver a Reynoso, por
fin lo conocería y lo mejor de todo sería que no me sentiría intimidado,
estaría descansando a la espera de quienes quisieran despedirse. Llegué a las
dos de la tarde, pasé rápido la puerta de la entrada del lugar donde se
encontraría Reynoso, logré escuchar a los vigilantes que me decían – está en el
sótano a la derecha, auditorio – agradecí levantando la mano sin detenerme.
Llegué al auditorio, había una fila de diez personas antes de mí esperando
verlo también. De pronto mientras se acercaba mi turno comencé a temblar, ¿Qué haría
al tenerlo en frente? ¿Y si me tropiezo o rompo algún cuadro o le piso el pie a
alguien? Era la segunda vez que estaba en un velorio, esta vez había asistido
sólo así que nadie me guiaría. Una vaina no ver bien, me dije. Es sólo subir
hasta donde está el cajón, respiras, lo contemplas, te despides y ya, me decía.
Cuando me tocó el turno de subir a verlo demoré, di media vuelta y me puse a
recorrer todo el auditorio viendo los arreglos florales que había dejado diferentes
delegaciones y familias que lo conocían, tomé un par de fotos y seguí paseando
por el salón donde habían personas sentadas contando varias anécdotas relacionadas
al difunto. Después de cinco minutos de recorrer el salón por fin me animé a
subir al estrado y verlo. Al verlo dentro del cajón pude observar que su rostro
expresaba calma, quizá haya suspirado antes de partir, vi que su rostro estaba
tranquilo, no parecía alterado ni tenía desesperanza, esa desesperanza que
tienen los muertos de hoy en día. Lo vi, oré por él y me sentí mal, porque él
había sido ateo y no sé si una oración era un cumplido o una ofensa. Mientras
oraba pensé en usted profesor, pensé en la tristeza que produce la muerte de un
maestro, de un guía. Pensé que hubiese sido agradable para usted haber recibido
esta carta; pero en vez de relatar cómo llegué al velorio de Reynoso le
hubiese narrado mi encuentro con él en algún evento literario o de cómo le
entregué mis escritos y las recomendaciones que él me habría dado. Sin darme
cuenta me descubrí con los ojos serrados y tras de mí a una fila incómoda por
mi demora. – Víctor, Reynoso te manda saludos, le dices – escuché en mi mente.
Oswaldo Reynoso Díaz. Descansa en paz. |
Me despido deseando que las bodas de oro del colegio
que ahora dirige sean memorables, no creo que lo visite pronto, mi piel es
alérgica y ante el calor o los mosquitos se vuelve roja y emanan pústulas por
montón, se vuelve tan roja que parezco Hellboy, pero no es tan roja como lo fue
Reynoso. Sin embargo Lima me produce cada vez menos afecto y cito al maestro
para terminar: “Porque en todo Lima está la tentación que te devora: billares,
cine, carreras, cantinas. Y el dinero. Sobre todo el dinero, que hay que
conseguirlo como sea.”[7]
Por eso sé que usted está a gusto allí y yo me siento bien cada vez que arribo
a la puna.
Con afecto su ex alumno Christian.
[1] Los
inocentes, libro de cuentos 1961, empieza con este epígrafe de Jean Genet, conocido
marica lumpen de su época.
[2] Oswaldo
Reynoso Díaz (Arequipa, 10 de abril de 1931 - Lima, 24 de mayo de 2016)
escritor y referente de las generaciones que le sucedieron http://larepublica.pe/impresa/ocio-y-cultura/770348-el-maestro-inconforme-ha-partido
.
Entre sus obras están:
-
Luzbel (1955), poesía.
-
Los inocentes o Lima en Rock (1961) http://elpais.com/diario/2006/05/06/babelia/1146872355_850215.html
, cuentos.
-
En octubre no hay milagros (1965), novela.
-
El escarabajo y el hombre (1970), relato breve.
-
En busca de Aladino (1993).
-
Los eunucos inmortales (1995), novela.
-
El goce de la piel (2005). Las tres estaciones
(2006).
-
En busca de la sonrisa encontrada (2012).
-
Arequipa lámpara incandescente (2014).
Una crónica de su sepelio aquí: https://redaccion.lamula.pe/2016/05/25/oswaldo-reynoso-el-adios-al-esteta-urbano-de-la-prosa/rponce/
[3] El
escritor y crítico literario José Carlos Yrigoyen habla al respecto: http://peru21.pe/cultura/columna-vertebral-oswaldo-reynoso-nosotros-2247683.
Rocío Silva Santisteban analiza la concepción de lo
masculino en la obra de Reynoso https://kolumnaokupa.lamula.pe/2016/05/25/los-chicos-se-hacen-hombres/rociosilva/
[5] Unas
entrevistas donde el escritor reafirma sus ideas e ideales:
Un post donde Reynoso relata su vida: https://rocolaperuana.lamula.pe/2016/05/24/el-testimonio-de-oswaldo-reynoso-en-el-primer-encuentro-de-narradores-peruanos-arequipa-1965/luchitopastor/
[7]
Los inocentes, libro de cuentos, 1961.