Alguna vez dije que no tenía miedo alguno en esta vida. En
realidad me da miedo la indiferencia y la derrota, me da miedo el olvido y la
soledad. Caso aparte es el miedo, que he vuelto a revivir, a las cirugías, en
especial las que involucran mantenerme despierto en la operación. Miedo
tengo de la ausencia de las pocas personas que me conocen realmente, miedo de
la multitud que me hace sentir foráneo, difuso o quizá inexistente, con sus
modas y memorias olvidadas.
Tengo muchos temores aunque alguna vez haya dicho “no tengo
miedo a nada”, miedo tuve todas las veces que decidí arriesgar mi físico en
movimientos peligrosos, en realidad no fueron movimientos si no caídas, tan
hondas como los extravíos vespertinos que me asaltan cada mañana al despertar.
El horror al vacío no es una técnica pictórica mía, es una
descripción literal de mi personalidad. Ya no padezco fiebre, tan
alta que me sumía en una caída a un vacío sin fin. Ahora sostengo pensamientos
tan lejanos que a veces siento levitar y no meditar, como mi físico aparenta,
siento que me diluyo entre la inmensidad de la materia. Recuerdo los años más cercanos
a la actualidad y solo percibo vacíos, luego trato de recordar mis días de la
niñez y no los encuentro, solo recuerdo que mi mente se hacia una idea de lo que
sucedía en mi entorno, más no logro reconocer si mi cuerpo se movía o solo mi
mente. Ahora, en este preciso momento creo que si alguien lee esto creerá que
estoy deprimido o intento saber que existo como persona y no como personaje,
nada de eso se asoma a la verdad.
No soy tan duro ni miserable como aparento, ni
tan bohemio y tunante como se cree, nunca fui deportista ni lector acérrimo;
más bien soy parco e ido. Soy solitario, cuando alguien me acompaña también me gusta estar solo. Me gusta la noche porque veo igual que cuando el sol alumbra, es
que veo casi nada y de noche veo igual, entonces prefiero la noche que hace que
los otros, que sí ven, vean como yo veo.
Y para terminar, hoy entró a mi casa un niño y se llevó una
pelota de plástico que no era mía pero era de algún miembro de mi familia, la
puerta de mi casa estaba abierta para que salga el polvo que manaba como humo
de los libros y hojas que durante años había dejado empolvando en cajas y ahora
procedía a colocarlas en unos estantes de madera. Entró, cogió la pelota y
salió lentamente. Creí que era uno de esos niños polvorientos que pululan por
mi localidad, malcriado y con tendencia al hurto. Le dije: “te regalo,
llévatela” (como si me hubiese él pedido permiso para coger la pelota), de pronto a la
puerta de mi casa se asoma un hombre adulto y le reprocha: “deja eso, es del tío, ven vamos”,
¿Tío? Con seguridad deduje que era el padre del niño (por el tono de su voz) era de alguna parte de la
serranía central seguramente (en Marcapomacocha y Corpacancha a todos los adultos
llamábamos tías y tíos). Minutos después mi mamá entró a la casa y comenta que
ese niño, a quien catalogué de impertinente, tenía problemas de retardo mental “la
primera vez que lo vi me di cuenta al instante” me dijo. Entonces vuelve a
extraviarse mi mente y reniego de mi corta visión, de mi incapacidad de ver
como era en realidad el niño, recordé la vez que no devolví el saludo a un
sordo mudo (no lo vi), me pregunté si esta noche soñaré con el niño aquel como
ayer soñé con Gracce (hija de mi amiga Ylenia) a raíz de una conversación que tuve con su papá. Prometí
escribir para recordar que tengo miedo a las cirugías, más si estás involucran
mi labio superior o mis ojos, escribo esto para recordar que odio el color
negro porque recuerdo el vacío y con el mi casi completa ceguera, escribo esto
para recordar que siempre he deseado no toparme con un sordo mudo pues no
advertiría su presencia ni correspondería su saludo, escribo esto para recordar
que de niño veía más pero tenía más temores, escribo esto porque ahora tengo
amores y termino aquí pues cuando escribo me canso mientras que cuando hablo
puedo pasarme día y noche contando historias con miles de finales alternos, de
eso saben mis padres, abuelos, hermanas y perros, también mis amigas Lucia,
Nataly, Soledad e Ylenia y mis amigos… no a ellos no les gusta imaginar porque "plata y mujeres nunca les han faltado y si no están con ellas están con la
botella"… no Anthony, Broling, Gonzalo, Max, Nelson, Oscar y Robinson son las excepciones
a veces de buena gana y otras los conmino a que me escuchen. Escribo esto
porque iba a escribirle una carta a la chica que me atrae y recordé que me
gusta la idea que me he hecho de ella y no ella realmente.
Nota: He desempolvado mis escritos de cuando estaba en la secundaria y mis dos primeros años en la universidad, entre poemas, cartas y elucubraciones me perdí y quizá hoy no sueñe con el niño si no conmigo leyendo mis textos y reescribiendo algunas páginas. O quizá sueñe que ya soy comunero ¡oh que gran sueño seria!.
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28 de julio en Marcapomacocha
Además de mi sombrero, mi escarapela. |