lunes, 13 de abril de 2015

Cuando el río suena… (reflexión sobre la migración).

“…Dicen que, cincuenta leguas mas arriba, el río mordió la ladera fronteriza de un valle para derrumbarla, empozarse frente al derrumbe, cambiar de curso y llevarse el valle entero. …Las aguas estaban más lodosas que nunca, prietas, del color de la noche.”[1]

En la gran ciudad hay que acomodarse donde se pueda
otros están detrás a la espera.

Los huaycos ocurridos en Chosica recientemente me han hecho reflexionar sobre la persistencia de los moradores del lugar a quedarse en un lugar que es cause natural por donde ocurren deslizamientos de piedra y lodo (huayco). Esto se debe, entre otros motivos, a que es el único lugar que tienen para vivir. Generaciones atrás, estas personas vinieron de otras regiones del país para asentarse en la capital de un país centralista, excluyente y aún en construcción (de una identidad) para mejorar sus expectativas de vida. Algunas familias consiguieron una mejora sustancial gracias al empeño y proyección que tuvieron[2], creando pequeños negocios que se transformaron en empresas rentables, otros mejoraron su calidad de vida en generaciones recientes, motivados la educación superior que obtuvieron.

Mis paisanos (mis padres son del distrito de Marcapomacocha) emigran, al igual que yo, muchas veces por motivos de estudio, sin embargo la cuestión laboral y el deseo de vivir en la capital son las principales motivaciones de quienes bajamos de nuestro cerro verde y muchas veces llegamos a establecernos en cerros estériles y polvorientos[3]. Una economía basada en la ganadería alto andina (ganadería extensiva) y siendo miembros de comunidades campesinas que no poseen un proyecto de desarrollo comunal, que agrupe a todo el pueblo, es difícil quedarse en un distrito situado entre los 4000 hasta los 6000 m.s.n.m. (metros sobre el nivel del mar) donde el ecosistema no permite realizar demasiadas actividades económicas para mejorar la calidad de vida de los habitantes del lugar. El sitio, de quedarte en el, te plantea dos soluciones fatales: Vivir de la ganadería sin gran capacidad de ahorro a menos que además de pastar animales la familia sea comerciante en el centro poblado o haga trabajos adicionales relacionados con el campo (cortar champa, esquilar animales, hacer casas, tejer, lavar ropa), todo ello mientras se es joven procurando juntar dinero y reconocimiento para cuando se llegue a la vejez (¿de 10 hijos uno nos acudirá?). Trabajar para una, de las pocas, empresas que existen (minera o ganadera) esperar a  cesar por edad y con el cobro de los derechos laborales obtenidos comprarse una casa en otro lugar y morir lejos del pueblo donde se vivió (en el caso de Corpacancha la empresa es dueña de los terrenos y la casa del trabajador lo es solo cuando trabaja para esta, una vez que deja de laborar tiene que desalojar) abatido por enfermedades o la edad avanzada.

Muchas personas contemporáneas a mis padres no desean volver al distrito, representa una parte llena de carencias y penas aún sin sanar; otras en cambio van y restriegan su “éxito” a quienes se quedaron (sin duda lo hacen para hacerse creer ellas mismas que son efectivamente mejores que aquellas que se quedaron)[4]. Las personas de mi generación, aquellas que migraron, (muy a mi pesar) frecuentan viajar y maravillarse con el paisaje, tomarse fotos y evitar lo mejor posible “quemarse y dejar de ser blanca”. Sin duda la cuestión del aculturamiento, la discriminación y el sentido de inferioridad están muy arraigadas (como en todo el Perú); por esta razón es que quienes migramos permanecemos en barrios, pueblos jóvenes, callejones, laderas de cerros, invasiones, etc. Mientras tanto quienes salieron fuera de la patria, con el corazón compungido y los ojos vidriosos prestos a comunicar lo que los labios niegan, miran las fotografías de su tierra querida, se informan del acontecer local, exponen sus ideas de cómo debería conducirse el gobierno local y tantas cosas que desde sus experiencias añoran transmitir.

En lo que a mí respecta se podría decir que soy un híbrido, no me siento ni de aquí ni de allá. Me considero procedente de mi estancia (el lugar que la comunidad campesina nos ha dado), soy de Cullic, por lo general no bajo al pueblo más que para viajar de retorno a Lima. Me gusta la nieve y el amanecer de las montañas, me agrada ser escupido por las llamas o alpacas, me apasiona sacar riegos de agua (hacer canales que desvían el agua del río y riegan otras zonas del terreno), me gusta la noche tan llena de silencio como si esperase paciente el alba para iniciar un nuevo camino. Amo comer con mis rodillas como mesa porque me es más cómodo, recoger agua de un puquio mientras pienso en una y mil ideas que a veces me hacen caer de cara en el pasto o resbalar hasta caer sentado y mojarme el pantalón. Me gusta escuchar huaynos antiquísimos mientras maceo (mal) la ropa en el río.

Hay algo que no me gusta, la soledad y creo que esta es la culpable de que muchos de mis paisanos hayan dejado la puna tan escondida y nuestra, la sensación de estar solo te hace desear escapar de la realidad, escuchar todo el día la radio, ponerte tv satelital si puedes, irte al pueblo ya sea a chismear o a beber. Entonces estar sólo significa también no tener una educación que te defienda de los de afuera, un centro médico que solucione todos tus males, estar solo significa sentirte impotente ante el desinterés por hacer proyectos comunes, sentirte sólo si reclamas por el medio ambiente frente a las empresas del lugar. Sentirte solo significa desilusionarte del lugar donde vives porque no mejora ni es inclusivo. Por eso mejor ser sólo entre desconocidos a ser nadie entre coterráneos. Por estas cosas mejor vivir debajo de un cause de huayco a vivir debajo de la indiferencia de todo el pueblo.

Se me viene a la mente a cuatro compañeros de la escuela: El primero John Barrera, me hizo prometer cuando teníamos 10 años y cursábamos quinto de primaria que en 10 años adelante nos volveríamos a ver en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, él ahora está terminando su carrera de Ingeniería de Minas en la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión. El segundo Marco Silvestre, un chistoso que contaba chistes rojos, terminó la secundaria en Corpacancha, ahora es egresado de Ciencias de la comunicación por la Universidad Nacional del Centro del Perú. El tercero Julio Gonzales, quien me enseñó que ser pobre no significaba ser ignorante ni mucho menos mala persona como en mi diminuto cerebro creía, ahora es egresado de Educación en las especialidades de Matemática y Física de la misma universidad que el anterior. Y por último Ester Gerónimo, la única persona con quien he estudiado 10 años de mi vida, entre primaria y secundaria, hermana de mi mejor amigo también compañero nuestro, ahora estudia Química farmacéutica en una universidad. Estas personas, que al igual que yo salieron del distrito, tienen mucho por aportar, quizá lo hagan o quizá no, lo que es cierto es que de esa escuela fiscal, de ese distrito alto andino, siempre saldrán futuras personalidades, que no nos extrañe que en años posteriores alguna calle, escuela o plaza lleve el nombre de alguno de ellos o de otros tantos (¿un ingresante a la Universidad Nacional de Ingeniería de la progenie de Silvio Varillas les suena? Es un grito esperanzador más) que surgen de lo mas escondido como el curco después de zambullirse entre las aguas de las cochas.

De derecha a izquierda: Marco Sivestre,
Julio Gonzales y yo.
Sé que es necesario estar fuera para educarse, trabajar y conseguir el pan diario, pero recuerden hermanas y hermanos, allí entre las montañas hay una tierra que aguarda nuestro regreso para ser socorrida, ayudada y alegrada. Nuestra madre tierra llama y llegará el tiempo en el que debamos volver y rendir cuenta de los talentos que nos fueron entregados. Mientras tanto aguantemos la podredumbre de un sistema que discrimina, excluye y niega nuestra necesidad de tener lo mínimo para vivir con dignidad, sigamos toreando al hampa y el racismo, luchemos siempre para destruir el egoísmo y el encono que tontamente nos divide. Seamos las partes del Inkarri que ha de despertar y en unidad todas y todos construyamos esperanza.

 <<No le juimos porque semos hombres y tenemos que vivir comues la vida>>. Así como en la Serpiente de oro, Ciro Alegría relata los motivos porqué los balseros no huyen del río, así permanezcamos en nuestros sitios (no por amenazas de algún huayco) permanezcamos para adquirir experiencia y luego volver donde los nuestros y compartirla. Pese a ello, seamos precavidos que de los hombres nos podemos defender pero de la cólera de la naturaleza ni Dios nos salva (pues estoy seguro que a él le duele más que a cualquiera de nosotros lo que venimos haciendo con el hogar que nos dio para vivir). Los huaycos no sólo están en Lima, el Perú entero vive deslizamientos de tierra[5], esto a causa del fenómeno del niño[6], demostremos nuestra solidaridad y sentido de prevención, para que al final digamos alegres pon no haber perdido a nadie en estos desastres: No huimos porque somos grandes y tenemos que enfrentar a la vida como es.




[1] La serpiente de oro, Ciro Alegría Bazán.
[2] Ver: Los caballos de troya de los invasores, Jürgen Golte, y Norma Adams.
[3] Un buen libro para entender el proceso migratorio es: Desborde popular y crisis del estado, de José Matos Mar.
[4] Sobre discriminación racial ver: Nos habíamos choleado tanto, de Jorge Bruce.
[6] Para estar informado sobre el fenómeno del niño: http://www.senamhi.gob.pe/?p=0220

No hay comentarios.:

Publicar un comentario