no espanto
sino un abrazo de añoranza.
Sonrojados los pómulos
por el cariño invasivo del sol,
que pasa confiado
por las grietas
de una diáfana humanidad.
A lo lejos se oyen voces
de seres intentando la vida,
obstaculizados por sus propios inventos,
amenazados por sus propios olvidos.
De pronto aparece el silencio
y ya no se percibe
que el oxígeno disminuya;
¿será que allá, los seres convinieron amarse?
O ¿será que se diluyeron